lunes, 19 de febrero de 2007

recién llegada, fumo

He llegado un poco tarde, lo siento. No tuve elección. Querría haber empezado el año en una nueva tierra, lejos, muy lejos de aquella otra donde tanto me han hecho sufrir. Dicen que el hombre propone y Dios dispone; yo podría decirles que una mujer proyecta y el demonio siempre tuerce su camino. ¿Qué cuántos años tengo? Da igual, ¿verdad? Cuando hayan sabido más sobre mi agitada vida podrán suponerme la edad que más les apetezca. Si yo les dijera la verdad ahora mismo -y se supone que la verdad es la que consta en unos miserables documentos de papel plastificado que bien podrían ser falsos- pensarían que estoy mintiéndoles o al menos dudarían muchísimo de mi sinceridad. Tampoco daré demasiadas precisiones sobre el pueblo, o la ciudad, que acabo de abandonar. Era un lugar miserable, insano, perverso, mortífero. Ahora quiero seguir viviendo, proteger esta nueva esperanza, tan frágil e inestable como yo misma. Mi vida peligra, si. El Monstruo ha jurado acabar conmigo y lo ha hecho frente a lo único que le he visto respetar en esta vida: el retrato de su madre muerta. Aunque parezca mentira, El Monstruo tenía madre. Los monstruos también nacen de mujer y hombre, o tal vez sea más simple decir que a veces las mujeres normales también paren, parimos, auténticos engendros. Estoy muy cansada. Me agota hablar de mí. Sin embargo los Hombres que Todo lo Saben y las Mujeres que Todo lo Analizan me han dicho que debo hacerlo. Opinan que si no hablo nunca lograré ser libre, que si me aferro a mi silencio jamás alcanzaré la felicidad.
Por hoy ya está bien, ¿verdad?. No quiero aburrirlos con mis lamentos de pobre niña huérfana y mucho menos asustarlos hablándoles de las amenazas que penden sobre mí, no demasiado diferentes a las que puedan pesar sobre cualquiera de vosotros. Todos tenemos un único destino cierto e inexorable y más tarde o más temprano deberemos enfrentarnos a él. Mientras tanto yo quiero descansar del dolor, aprender a caminar por el lado luminoso de la acera, acostumbrar mis ojos a la luz del sol y a los colores de la vida. Deseo con toda la fuerza de mi corazón haber dejado la oscuridad tras de mí. Espero haberlo hecho con la misma displicencia y desapego conque se deja un trasto sin valor en el contenedor de la basura.

2 comentarios:

Belnu dijo...

Cuídate más, Perdita.

ABRIL dijo...

Cambios, cambios...cuestan mucho los cambios...y es cierto el silencio nos apresa por eso mejor expresarse...hablar hizo que salga del mundo de la depresion que me jalaba hacia abajo...aunque a veces tambien me quiere llevar...sigo luchando