sábado, 24 de febrero de 2007

Loros y palmeras

Hoy ha sido un buen día.
M.I. -ella preferiría que la llame así- ha venido a buscarme. Dice que no puedo seguir encerrada; dice que ya basta de tonterías. Dijo, y repitió, que hoy era un día "verdaderamente magnífico". Me obligó a abrir las persianas, a correr las cortinas, a repetir con ella "¡qué mañana tan maravillosa!" Nos conocemos muy poco, sin embargo logró sacarme por unas horas de mi encierro. La ciudad estaba tranquila, casi vacía; al menos lo estaban los lugares por donde ella me llevó.
"¿Es siempre así?", le pregunté, y ella respondió que no, que seguramente la gente había huído a las playas, a la montaña, al campo.
"Aprovechan este adelanto de la primavera para escaparse corriendo de la ciudad que tanto odian."
Me extrañó que dijera algo así.
"¿Tú piensas que la odian?"
Soltó una carcajada.
"¿Y tú piensas que la aman?"
Es pequeña y muy activa. Enviudó hace tres años, y aunque es realtivamente joven -confiesa "cuarenta y tres y algo"-no piensa volver a casarse. Tampoco quiere más amores, ni ligues, ni sexo.
"Lo tuve todo", dice, "y ahora estoy muy bien como estoy, recordándolo".
Como ella, yo también pretendo haber frenado el motor de mi vida. Igual que ella, sólo estoy recordando. La diferencia estriba en el poco placer que me producen todos esos miserables recuerdos.
Me llevó a caminar por la avenida Diagonal. Casi no hablamos. Se paraba a mirar escaparates y me comentaba lo guapo que le resultaba algún conjunto de falda y pantalón o un jarrón de cristal que liquidaban en una tienda que se llama Habitat.
Me sentía algo extraña caminando con aquella mujer casi desconocida por esa avenida distinguida, señorial, contradecida en su innegable condición de europea por un sol tropical que se colaba entre las altas palmeras y alborotaba a una multitud de chillones loros verdes.
Cuando le dije que estaba cansada de tanto caminar, dijo "Yo también. Te invito a tomar algo". Tomamos un café al sol y por unos minutos logré olvidarme de lo que casi con seguridad jamás podré olvidar.
Poco antes de separarnos me preguntó "¿Cómo te sientes?". Le respondí "Bien, gracias".
No estaba mintiendo.

2 comentarios:

Warren/Literófilo dijo...

Que bella simpleza destilás en tus palabras amiga, no me queda más que invitarte a mi blog www.literofilia.blogspot.com, y mi intento de novela

xwoman dijo...

Ella sabe lo que quiere..sabiendo eso, no queda mas que estar bien.
Bello texto!